“Antes del arrendamiento de espacios en los establecimientos, los aires acondicionados estaban encendidos todo el tiempo, ponían música indirecta, una podía entretenerse leyendo revistas o periódicos mientras esperaba que llegara su turno, todo el mundo estaba uniformado; ahora faltan esos detalles”.
Lo dice Oneyda, momentos antes de ser atendida en la peluquería del combinado de servicios Leningrado, en el reparto Buena Vista, de la ciudad de Las Tunas.
Después de algo más de un año de su implementación, y con el objetivo de conocer cómo marcha el programa en estos escenarios y cuál es el clima laboral que se respira, Trabajadores se acerca a esta práctica, inscrita en la actualización del modelo económico cubano.
“En los ocho municipios hay 51 locales arrendados y 151 trabajadores acogidos al sistema”, confirma Enrique Larramendi Verdecia, especialista principal en la dirección provincial de la Empresa de Servicios, rectora de la actividad.
Señala que del universo de la entidad fueron liberadas 16 especialidades, asumidas inicialmente por quienes integraban esos colectivos bajo tutela estatal, y se ha ido abriendo espacios a otros interesados.
Entre barberos, peluqueras y manicures
El panorama descrito por Oneyda predomina en otras unidades. Así lo corroboré en las barberías El Elegante y El Retoque, ambas situadas en privilegiados sitios del centro urbano, y donde las insatisfacciones marcan el ejercicio cotidiano y laceran la calidad del servicio.
En todos los casos hay ausencia de un representante, pese a constituir exigencia de la Resolución 516, del 2011, del Ministerio de Comercio Interior, que define el reglamento para el modelo de gestión económica con arrendamiento de locales y áreas para el trabajo por cuenta propia en los servicios personales, técnicos y del hogar.
Pasadas las 8:30 de la mañana, el día de la visita, a El Retoque solo había llegado Pedro Estrada Machado, uno de los cuatro barberos acogidos al sistema. Él se queja del régimen impositivo: “Pagamos el arrendamiento, la corriente eléctrica y la seguridad social, nos encargamos del mantenimiento del local y el dinero no alcanza. Ayer hice 20 pesos y hoy no ha venido nadie”, asegura.
Allí la señalética que indica el horario apenas se distingue, el baño está clausurado y el acondicionador de aire lo encienden cuando hay muchos clientes, “pues encarece demasiado el pago del consumo eléctrico”, dice Pedro.
A El Elegante, un centro de servicios mixtos, lo distinguen las peluqueras y manicures correctamente uniformadas. La mayoría de los hombres visten jeans, pulóveres o cualquier otra prenda de moda. De la limpieza hay una encargada que lo hace dos veces por semana, el resto del tiempo cada quien cuida la higiene en su puesto.
Aquí el estado de ánimo está signado por inconformidades similares a la ya relacionadas y Juan Carlos Arrieta cuestiona el hecho de que en caso de enfermedad demostrada por un período inferior al mes, no los eximan del pago del impuesto a la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT).
Los barberos valoran como otra amenaza la proliferación de personas en la calle, en viviendas, que “muchos empiezan ahora y cobran menos, otros lo hacen ilegalmente sin aportar nada y esos nos roban clientes”, sostienen.
Mireya Pérez es fundadora de esta nueva concepción en el combinado de servicios Leningrado, donde cuatro peluqueras y una manicure coinciden en los perjuicios que les ocasiona no disponer de acceso independiente al local donde laboran, pues “en determinadas fechas quisiéramos extender el horario, pero esa situación es un inconveniente real”, explican.
Es cierto que ni peluqueras, ni barberos ni manicures carecen de los recursos para las prestaciones, surtidos que adquieren en las tiendas recaudadoras de divisa y en el mercado informal, según relatan.
El contraste
Mientras tanto, otros aires refrescan el interior del Instituto de Belleza Infantil Ismaelillo, perteneciente a la Empresa de Servicios y ubicado también muy próximo al centro histórico de la ciudad: climatización, confort interior del inmueble, limpieza, orden, libros de obras para niños… Todo seduce, invita.
Sin embargo, “en los dos últimos meses no hemos tenido tintes”, se quejan las nueve jóvenes que integran el colectivo y argumentan que carecen de polvos de decoloración, uno de los servicios más demandados. “Estamos perdiendo clientela porque no podemos satisfacer sus pedidos y nuestros ingresos están vinculados a los resultados”, argumentan.
Todas visten atractivos uniformes, “pero los mandamos a confeccionar nosotras mismas. La empresa no los garantiza”, refieren, y la ¿limpieza?, “la hacemos entre todas diariamente y una vez al mes realizamos el Día de la Técnica”, relata Yanisleidy López, la joven administradora.
Premonición
Los reclamos desatendidos -o no explicados convincentemente- toman forma material en el desaliño que exhiben los establecimientos visitados, sin incluir otros en zonas menos pobladas por los que nadie ha optado; en las huellas del tiempo sobre la pintura, en el pobre sentido de pertenencia, en el desánimo para encontrar soluciones colectivas, en la falta de trabajo en grupo…
Si no se adoptan medidas para mejorar el clima laboral, tanto en los establecimientos arrendados como en aquellos de subordinación estatal, el confort, ese componente esencial de la calidad de los servicios a la población, se irá a bolina.