La espiral del clima de confrontaciones que mantiene en conmoción a Ankara, Estambul y a otras ciudades de la República de Turquía ha quebrado la relativa estabilidad política y social de que disfrutaba el Gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, quien afronta ahora la exigencia de su dimisión por una gran parte de la ciudadanía.
A la demanda de la renuncia del jefe de Gobierno turco se unen severas críticas a su gestión administrativa y a su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), de raíces islámicas, que desde el año 2003 ha ganado tres elecciones por mayoría absoluta.
La sucesión de los incidentes, caracterizados en un primer momento por su aparente carácter de demanda social, se han radicalizado para pasar a ser protestas antigubernamentales y reclamos de reivindicaciones democráticas, enarbolados con banderas nacionales y retratos del fundador de la Turquía moderna y laica, Mustafa Kemal Ataturk.
Para tratar de minimizar el impacto y la repercusión de los acontecimientos, el Gobierno ordenó bloquear las redes sociales, acción que incentivó aún más el generalizado descontento.
Contrasta el hecho de que mientras el viceprimer ministro, Bulent Arinc, se refirió a las protestas contra la demolición del parque en Estambul como legítimas y justas y reconoció la desmesurada violencia de la policía, el premier Erdogan las ha desestimado y calificado como brotes extremistas, a la vez que ha culpado de ello a los partidos Republicano del Pueblo, Paz y Democracia y a otros sectores de la oposición que, según él “buscan socavar su autoridad”.
Medios de prensa alternativos han informado que los reclamos populares desarrollados con el respaldo de la izquierdista Confederación Sindical de Trabajadores Públicos de Turquía (KESK) y por el Partido Comunista han provocado una auténtica convulsión a ese Estado bicontinental de cerca de 76 millones de habitantes, 99 % de confesión musulmana.
Este cambio en el panorama político turco crea cierta incertidumbre y preocupación en el seno de la Unión Europea (UE), a la cual Turquía pretende desde hace años integrarse, con el fundamento de que ya es un Estado miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La UE, enfrentada a su vez a los graves conflictos dentro de la propia comunidad, ha lamentado el uso “desproporcionado” de la fuerza por parte de la policía de Turquía y pidió moderación al Gobierno y a los manifestantes, a la vez que ha exhortado al diálogo para encontrar una solución pacífica a las divergencias.
No pocos observadores pronostican que la prolongación de las protestas y del uso de la fuerza por parte de los cuerpos de seguridad incidirán en las aspiraciones del primer ministro de ser electo presidente en los comicios del 2014, sin contar que en el plano internacional su Gobierno también se ha visto involucrado en la crisis interna de Siria, una decisión que rechaza buena parte de la población.
Los convulsos días que vive Turquía requieren hacer vigente el lema inscrito en su insignia nacional: “Paz en casa, paz en el mundo”.