El camino actual hacia el desarrollo no es sostenible. Un impacto contundente —por citar solo uno— lo indica: la degradación acelerada del entorno. Las alteraciones que en este tienen lugar son consecuencia de una diferencia considerable en las relaciones entre el hombre y la naturaleza.
Con tal afirmación se nos presenta el Doctor en Ciencias Biológicas Julio Baisre Álvarez, luego de disertar en uno de los salones del Palacio de Convenciones de La Habana sobre el tema Amenaza a los océanos: el hombre como depredador y como especie ingeniera, en ocasión del Congreso Internacional de Ciencias del mar.
Los argumentos allí expuestos invitaron una vez más al auditorio a un examen de conciencia. Hablar del agua resulta tan vital como esencial es ese recurso para la vida. No por casualidad las primeras civilizaciones se desarrollaron alrededor de los ríos (Tigris, Éufrates, Nilo, Ganges, Huang-Ho y Yangtsé).
A lo largo de la historia han ocurrido cambios en la diversidad biológica, término entendido como la variedad de organismos vivos sobre la Tierra y los patrones naturales que la conforman, propios de su evolución. En ese concepto se incluyen los ecosistemas terrestres, marinos…, y las diferencias genéticas entre las especies, sus interacciones, y muy particularmente la influencia de los seres humanos.
Hoy el tema es más complejo, afirma Baisre; el problema actual es que, según los expertos, se está produciendo un gran episodio de extinciones masivas de especies que no tiene precedentes en el planeta. Hay muchos factores relacionados con esas pérdidas, pero los más significativos son la transformación de las tierras y los paisajes naturales con la consiguiente destrucción del hábitat, los cambios del clima, la contaminación, la irracional explotación de los recursos naturales y la introducción de especies foráneas.
Por ejemplo, la mayor parte de los recursos pesqueros más importantes están declinando o se encuentran en los límites máximos de captura, añade. Los arrecifes de coral y otros ecosistemas costeros son dañados por las artes de la pesca comercial, los sedimentos, la contaminación de origen terrestre, los pescadores submarinos y el anclaje de algunos tipos de embarcaciones. El empleo de dragas y redes dañan el hábitat de los fondos marinos. El arrojo al mar de cantidades significativas de materia orgánica, carbono, nitrógeno, fósforo, metales, hidrocarburos y productos de síntesis química representa una seria amenaza para las especies marinas y los ecosistemas. Se impone, entonces, efectivos sistemas de control y vigilancia que hoy son prácticamente inexistentes.
El especialista, que ha dedicado sus investigaciones principalmente al tema de la ecología pesquera, explica que en el caso de Cuba es aconsejable apostar con más fuerza a la acuicultura, pues los recursos pesqueros en el área del Caribe no son abundantes (aunque sí diversos en especies) y han sido explotados en gran medida.
Como acciones frente a los daños y excesos sugiere trabajar por el fomento de una conciencia ecológica, también socioeconómica, y establecer áreas marinas protegidas.
El doctor Baisre, subdirector del Acuario Nacional de Cuba, es autor de tres libros. Uno de ellos, titulado S.O.S. Homo Sapiens, pone al desnudo cuán amenazada está la especie humana y los muchos retos que tiene por delante, pues la población mundial seguirá creciendo y demandando más áreas naturales.
Esa inexorable realidad exhorta a detener los procesos acelerados de degradación de los ecosistemas, intentar restablecerlos e incluso “diseñar” de alguna manera cómo podrían ser en un futuro, apunta el especialista.
Desafío inmenso que nuestro entrevistado intenta resumir con pocas palabras: El desarrollo sostenible transita inevitablemente por la reducción de las grandes brechas que hoy separan a los habitantes del universo. El tiempo se nos acaba y necesitamos de una visión que triunfe.
El evento transcurre; los especialistas defienden con pasión puntos de vista. Y una frase del líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz viene a recordar que la primera batalla de los terrícolas hoy es luchar por su propia supervivencia.
“Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente”.