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Maduré a golpes y espejos

No se esconde. Anda de frente y tiene criterios bien argumentados, pero huye de los protagonismos, de los discursos altisonantes en reuniones y congresos del movimiento sindical, mucho más de las entrevistas. Después de varios años en el empeño, logré “echarle el lazo” a Armando Trujillo González, el administrador de la UBPC Felipe Herrera, de Alquízar.

Fue en este mayo, cuando sus pasos aún se marcaban sobre el rocío en la yerba. Me llevó directo a los obreros como en ocasiones pasadas y no caí en su trampa; disparé una ráfaga de preguntas, tras la cual afloró la obra de un hombre que apenas cumplidos los 50 años alcanzó la máxima condecoración que se otorga a un trabajador cubano, la de Héroe del Trabajo.

¿Qué hizo para merecerlo? Conducir a su colectivo hacia “este socialismo donde la riqueza se reparte a partes iguales, donde cada hombre recibe por lo que aporta, con participación, eficiencia y humanismo”, y demostrar que la forma de producción no decide en los resultados, son los hombres los que determinan.

“Y la satisfacción va llegando en la medida que se cumplen las metas: este año vamos a romper el récord de obtención de tabaco y posiblemente en capas para la exportación. Recibí el título de Héroe del Trabajo, al igual que el de Hombre Habano, como el reconocimiento a mi UBPC, que lleva 16 años consecutivos siendo vanguardia nacional; y a mi familia por el apoyo que me da.

Las disyuntivas de la vida

Desde muy joven, Armandito tuvo que optar por lo más conveniente o lo que más le gustaba, con la suerte de tener una familia que acostumbra reunirse los fines de semana y debatir los destinos de sus miembros.

Aún adolescente, se levantaba a las cuatro de la madrugada los fines de semana para acompañar a su padre al trabajo. “No tenía la vista en el campo ni en las fresas que cultivaban en el plan que él dirigía en San Antonio de los Baños, sino en los carros y tractores que había, y a mí que gustaba manejar”.

Sin embargo, “el viejo” lo conminaba a estudiar para que no fuera siempre un tractorista. Nació y vivió en Guanajay hasta los 11 años, cuando a su padre le asignaron un apartamento en la naciente comunidad de Aguacate, cambiaron de municipio. Desde pequeño fue estudioso y disciplinado, y al concluir el noveno grado ingresó en el politécnico Bandera Roja, de su tierra natal, para estudiar agronomía. “Uno crece, comencé a entender la parte técnica y me dije: es mejor ser técnico que tractorista”.

El 5 de octubre de 1983 inició su vida laboral en los semilleros de la empresa tabacalera Lázaro Peña (su único centro de trabajo), y dos años después, como el tabaco es un cultivo tan exigente, llegaron cursos para trabajadores e hizo los exámenes de ingreso para Ingeniería Agrónoma en el Instituto Superior de Ciencias Agrícolas de La Habana. “Éramos 132, aprobamos 17 y me gradué en 1992”.

Fue una etapa de mucho sacrificio. Cada 21 días, iba desde Alquízar hasta San José de las Lajas. “Nos daban todas las asignaturas y eran pruebas y más pruebas; yo no sabía estudiar, los dos primeros años fueron muy complejos, desaprobaba Botánica, Física, no era malo en cálculos. En tercer año, hicimos equipos de estudio y los domingos íbamos todos para Batabanó, de ahí en adelante no desaprobé más”.

En esa época quedó a un lado el pelotero que fue. Desde los 11 años, en las diferentes categorías, jugaba con el equipo de San Antonio de los Baños, “y terminó el béisbol porque un día me negaron la licencia deportiva; trabajaba y estudiaba por curso dirigido y no podía con las tres cosas. La decisión llegó un domingo durante un juego de dominó: mi papá me dijo ‘quien está en varias cosas no llega nunca a nada’”.

Decidió su empleo escogiendo también. Cuando se graduó en el politécnico le propusieron ser gestor en Acopio, vicepresidente de la ANAP en su municipio o técnico. “Estaba la familia reunida y un tío que yo seguía mucho y era director de la Agroindustrial de Mariel, me aconsejó ir para el tabaco, un sector con perspectivas, que tiene garantizado recursos porque exporta y tendría asegurado mi futuro”.

Hasta el día de hoy

“La experiencia de las reuniones familiares la traje a la cooperativa, el trabajo en equipo es decisivo, sin equipo no hay colectivo; usted tiene que aplicarle su inteligencia a cada uno. Nosotros llevamos la emulación a las brigadas y después la junta directiva da el visto bueno y la asamblea lo aprueba.

“Usamos el matutino para informar y discutir; hay cuestiones que no pueden esperar un mes para analizarlas; el tabaco es dinámico, tiene un ciclo vegetativo de 90 días y si esperas ese tiempo ya se te fueron 30 días. A la asamblea se llevan los temas generales. Cada vez que comienza un ciclo de labor, nos reunimos con las brigadas, debatimos la ficha técnica, los criterios de los trabajadores y vamos corrigiendo los defectos con ellos”.

Una agricultura científica

Como técnico transitó todos los escenarios de una granja en la cual se sembraban 20 caballerías de tabaco, hasta que en 1993 crearon las unidades básicas de producción cooperativa. “Yo no venía para esta; estaba al frente de una comisión para repartir los medios básicos de la granja, los trabajadores no aceptaron al que propusieron y me dijeron que hacía falta que yo asumiera.

“Fue el 30 de octubre: accedieron los obreros y 32 personas firmamos el acta como miembros de la cooperativa; tenía 12 caballerías y 3,5 se sembrarían de tabaco, aunque al fusionarnos con otra UBPC y mejorar los indicadores de eficiencia crecimos en área hasta siete caballerías. Desde 1997 logramos la rentabilidad”.

Sus conocimientos y actualización científica apresan el momento para introducir cada adelanto en las tecnologías: variedades, posturas en cepellón, fertirriego, siembra a doble hilera, cura controlada… La racionalidad en la dirección lo enrumbó al ahorro: recuperar los insumos que se emplean y controlar el desvío de recursos fueron determinantes. Creció la producción y la calidad, aunque es a sus trabajadores a quienes otorga el mayor mérito.

“Por el sentido de pertenencia que tienen, la disciplina, y la estabilidad.

Cuando comenzamos eran movilizados y vivían en campamentos; hoy los 228 miembros de la UBPC tienen casa; unos se casaron y se sumaron a otra familia, otros construyeron, algunos las compraron. Influyen además los ingresos: este año debemos ganar 15 millones de pesos, de los cuales distribuiremos alrededor de 10 millones.

“Estamos montados sobre una agricultura científica y técnica, que exige análisis económico; no es Armando solo, tiene que ser él con otros cuatro ingenieros, 17 técnicos, los trabajadores y los investigadores de los institutos y las estaciones experimentales.

“No sé si se nace con aptitud para ser líder; se va aprendiendo con los golpes y los espejos: usted mira a los demás, va copiando y adaptando. Lo que sí sé es que siempre se está aprendiendo, como en la pelota, que uno quiere ser como Germán Mesa o Kindelán”.

Sintetizado por los trabajadores, el liderazgo de Armandito se basa en su responsabilidad, carácter, disciplina y corazón; porque según él, un trabajador con problemas no rinde. Su fórmula es dedicarle espacio a todo: crear sistemas de trabajo y no dejar para mañana lo que corresponde hacer hoy. Leer mucho para estar acorde con los momentos que vive el país, conversar con otros homólogos, e irse midiendo, revisando la historia de la cooperativa, qué hizo mal o bien y compararse.

“La agricultura exige dedicarle tiempo, ver las motivaciones que tienen los hombres porque al final, para trabajar en ella hay que enamorarse del campo, del sol, de los cultivos y de los animales, del colectivo. A mí me han madurado los golpes y la vida, lo que hacía rápido ahora lo pienso más. Soy un hombre difícil y fácil. El cumplimiento para mí es lo máximo”.

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