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Maduré a golpes y espejos

Cada día un vistazo a la calidad de las hojas.|Foto: Roberto Carlos Medina
Cada día un vistazo a la calidad de las hojas. Foto: Roberto Carlos Medina

No se esconde. Anda de  frente y tiene criterios bien  argumentados, pero huye  de los protagonismos, de los  discursos altisonantes en reuniones  y congresos del movimiento sindical,  mucho más de las entrevistas. Después  de varios años en el empeño, logré  “echarle el lazo” a Armando Trujillo  González, el administrador de la  UBPC Felipe Herrera, de Alquízar.

Fue en este mayo, cuando sus pasos  aún se marcaban sobre el rocío en  la yerba. Me llevó directo a los obreros  como en ocasiones pasadas y no caí en  su trampa; disparé una ráfaga de preguntas,  tras la cual afloró la obra de  un hombre que apenas cumplidos los  50 años alcanzó la máxima condecoración  que se otorga a un trabajador  cubano, la de Héroe del Trabajo.

¿Qué hizo para merecerlo? Conducir  a su colectivo hacia “este socialismo  donde la riqueza se reparte a partes  iguales, donde cada hombre recibe  por lo que aporta, con participación,  eficiencia y humanismo”, y demostrar  que la forma de producción no decide  en los resultados, son los hombres los  que determinan.

“Y la satisfacción va llegando en  la medida que se cumplen las metas:   este año vamos a romper el récord de  obtención de tabaco y posiblemente  en capas para la exportación. Recibí  el título de Héroe del Trabajo, al igual  que el de Hombre Habano, como el reconocimiento  a mi UBPC, que lleva 16  años consecutivos siendo vanguardia  nacional; y a mi familia por el apoyo  que me da.

Las disyuntivas de la vida 

Desde muy joven, Armandito tuvo  que optar por lo más conveniente o  lo que más le gustaba, con la suerte  de tener una familia que acostumbra  reunirse los fines de semana y debatir  los destinos de sus miembros.

Aún adolescente, se levantaba a  las cuatro de la madrugada los fines  de semana para acompañar a su  padre al trabajo. “No tenía la vista  en el campo ni en las fresas que cultivaban  en el plan que él dirigía en  San Antonio de los Baños, sino en  los carros y tractores que había, y a  mí que gustaba manejar”.

Sin embargo, “el viejo” lo conminaba  a estudiar para que no fuera  siempre un tractorista. Nació y  vivió en Guanajay hasta los 11 años,  cuando a su padre le asignaron un  apartamento en la naciente comunidad  de Aguacate, cambiaron de  municipio. Desde pequeño fue estudioso  y disciplinado, y al concluir el  noveno grado ingresó en el politécnico  Bandera Roja, de su tierra natal,  para estudiar agronomía. “Uno  crece, comencé a entender la parte  técnica y me dije: es mejor ser técnico  que tractorista”.

El 5 de octubre de 1983 inició su  vida laboral en los semilleros de la  empresa tabacalera Lázaro Peña (su  único centro de trabajo), y dos años  después, como el tabaco es un cultivo  tan exigente, llegaron cursos  para trabajadores e hizo los exámenes  de ingreso para Ingeniería  Agrónoma en el Instituto Superior  de Ciencias Agrícolas de La Habana.  “Éramos 132, aprobamos 17 y  me gradué en 1992”.

Fue una etapa de mucho sacrificio.  Cada 21 días, iba desde Alquízar  hasta San José de las Lajas.  “Nos daban todas las asignaturas y  eran pruebas y más pruebas; yo no  sabía estudiar, los dos primeros años  fueron muy complejos, desaprobaba  Botánica, Física, no era malo  en cálculos. En tercer año, hicimos  equipos de estudio y los domingos  íbamos todos para Batabanó, de ahí  en adelante no desaprobé más”.

En esa época quedó a un lado el  pelotero que fue. Desde los 11 años,  en las diferentes categorías, jugaba  con el equipo de San Antonio de los  Baños, “y terminó el béisbol porque  un día me negaron la licencia deportiva;  trabajaba y estudiaba por curso  dirigido y no podía con las tres cosas.  La decisión llegó un domingo durante  un juego de dominó: mi papá me dijo  ‘quien está en varias cosas no llega  nunca a nada’”.

Decidió su empleo escogiendo  también. Cuando se graduó en el politécnico  le propusieron ser gestor en  Acopio, vicepresidente de la ANAP en  su municipio o técnico. “Estaba la familia  reunida y un tío que yo seguía  mucho y era director de la Agroindustrial  de Mariel, me aconsejó ir  para el tabaco, un sector con perspectivas,  que tiene garantizado recursos  porque exporta y tendría asegurado  mi futuro”.

Hasta el día de hoy 

“La experiencia de las reuniones familiares  la traje a la cooperativa, el  trabajo en equipo es decisivo, sin  equipo no hay colectivo; usted tiene  que aplicarle su inteligencia a cada  uno. Nosotros llevamos la emulación  a las brigadas y después la junta directiva  da el visto bueno y la asamblea  lo aprueba.

“Usamos el matutino para informar  y discutir; hay cuestiones que no  pueden esperar un mes para analizarlas;  el tabaco es dinámico, tiene un  ciclo vegetativo de 90 días y si esperas  ese tiempo ya se te fueron 30 días. A  la asamblea se llevan los temas generales.  Cada vez que comienza un ciclo  de labor, nos reunimos con las brigadas,  debatimos la ficha técnica, los  criterios de los trabajadores y vamos  corrigiendo los defectos con ellos”.

Una agricultura científica 

Como técnico transitó todos los escenarios  de una granja en la cual se  sembraban 20 caballerías de tabaco,  hasta que en 1993 crearon las unidades  básicas de producción cooperativa.  “Yo no venía para esta; estaba al  frente de una comisión para repartir  los medios básicos de la granja, los  trabajadores no aceptaron al que propusieron  y me dijeron que hacía falta  que yo asumiera.

“Fue el 30 de octubre: accedieron  los obreros y 32 personas firmamos  el acta como miembros de la cooperativa;  tenía 12 caballerías y 3,5 se  sembrarían de tabaco, aunque al fusionarnos  con otra UBPC y mejorar  los indicadores de eficiencia crecimos  en área hasta siete caballerías. Desde  1997 logramos la rentabilidad”.

Sus conocimientos y actualización  científica apresan el momento  para introducir cada adelanto en las  tecnologías: variedades, posturas en  cepellón, fertirriego, siembra a doble  hilera, cura controlada… La racionalidad  en la dirección lo enrumbó al  ahorro: recuperar los insumos que se  emplean y controlar el desvío de recursos  fueron determinantes. Creció  la producción y la calidad, aunque es  a sus trabajadores a quienes otorga el  mayor mérito.

“Por el sentido de pertenencia  que tienen, la disciplina, y la estabilidad.  Cuando comenzamos eran movilizados  y vivían en campamentos; hoy  los 228 miembros de la UBPC tienen  casa; unos se casaron y se sumaron a  otra familia, otros construyeron, algunos  las compraron. Influyen además  los ingresos: este año debemos  ganar 15 millones de pesos, de los  cuales distribuiremos alrededor de  10 millones.

“Estamos montados sobre una  agricultura científica y técnica, que  exige análisis económico; no es Armando  solo, tiene que ser él con otros  cuatro ingenieros, 17 técnicos, los  trabajadores y los investigadores de  los institutos y las estaciones experimentales.

“No sé si se nace con aptitud para  ser líder; se va aprendiendo con los  golpes y los espejos: usted mira a los  demás, va copiando y adaptando. Lo  que sí sé es que siempre se está aprendiendo,  como en la pelota, que uno  quiere ser como Germán Mesa o Kindelán”.

Sintetizado por los trabajadores,  el liderazgo de Armandito se basa  en su responsabilidad, carácter,  disciplina y corazón; porque según  él, un trabajador con problemas no  rinde. Su fórmula es dedicarle espacio  a todo: crear sistemas de trabajo y no  dejar para mañana lo que corresponde  hacer hoy. Leer mucho para estar  acorde con los momentos que vive el  país, conversar con otros homólogos,  e irse midiendo, revisando la historia  de la cooperativa, qué hizo mal o bien  y compararse.

“La agricultura exige dedicarle  tiempo, ver las motivaciones que  tienen los hombres porque al final,  para trabajar en ella hay que enamorarse  del campo, del sol, de los  cultivos y de los animales, del colectivo.  A mí me han madurado los  golpes y la vida, lo que hacía rápido  ahora lo pienso más. Soy un hombre  difícil y fácil. El cumplimiento para  mí es lo máximo”.

 

Armando Trujillo, cuando fue condecorado como Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
Foto: César A. Rodríguezizar
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