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Convivencia para niños con diabetes

La diabetes mellitus tipo I es una entidad autoinmune, de comienzo generalmente brusco, en la que el organismo humano produce anticuerpos que destruyen las células beta del páncreas, las cuales producen insulina, la hormona que garantiza el transporte de glucosa desde la sangre hasta las células.

Alrededor de mil cubanos menores de 15 años conviven con diabetes, situación que los acompañará durante toda su vida y que precisa de una atención multidisciplinaria para prevenir complicaciones crónicas y ofrecerles una mejor calidad de vida.

Numerosas acciones de salud se realizan con estos pacientes, una de ellas, la convivencia para niños y jóvenes con diabetes, que recientemente volvió a tener su escenario en el Centro de Atención al Diabético, en La Habana.

Aprender a convivir con diabetes

Cuba fue uno de los primeros países de América Latina que creó los campamentos vacacionales para niños con diabetes, gracias al empeño del profesor Ricardo Güell. Esta experiencia cobró luz en el año 1968, se extendió a varias provincias, y adoptó una nueva modalidad con la llegada del período especial. Ante esta situación comenzaron como método alternativo, las convivencias para niños con diabetes, a partir de 1992.

Esta modalidad llegó para quedarse, aseguró su creador, el Doctor Manuel Vera, especialista de II grado en Endocrinología, del Instituto Nacional de esa especialidad: “Pensamos en una semana de hospital de día, donde participaran los niños con sus padres y se les brindara atención médica a los pacientes unida a acciones de educación y prevención, que los enseñaran a convivir con la diabetes.

“Esta experiencia nos permitió apreciar manifestaciones de pérdida de autoestima en los niños y sobreprotección de los padres hacia sus hijos; lo detectamos porque invitamos a la familia a participar con nosotros, cosa que no sucedía en los campamentos vacacionales. Así surgió está práctica y posteriormente se trasladó al resto del país”.

Es un proyecto sólido, donde la educación a pacientes y familiares constituye su objetivo primordial. Endocrinólogos, dietistas, enfermeras, estomatólogos, especialistas en nutrición, podología, psicología, cultura física y oftalmología integraron el equipo multidisciplinario que con suma profesionalidad y dedicación ofreció sus experiencias durante la semana de receso escolar recién finalizada.

“Durante ese tiempo a los padres y niños se les brindaron conocimientos sobre cómo identificar y qué hacer ante las hipoglucemias e hiperglucemias, es decir, ante los bajos y altos niveles de azúcar en sangre, respectivamente. Abordamos el manejo del estrés, el correcto empleo de la insulina, la alimentación y cuidados específicos de estos pacientes”, explicó el Doctor Manuel Vera.

“También hicimos una excursión para demostrarles a los padres que sus hijos pueden salir a cualquier lugar: a la playa, al campismo y disfrutar al igual que otro niño sano; aprender a convivir con la diabetes fue algo que quisimos enseñar a los niños y a su familia”.

Días de aprendizaje y compenetración entre los asistentes marcaron estas jornadas donde el equipo de salud erigió, desde su verdad, el destierro de dudas e incertidumbres.

Con preparación y optimismo

Asumir y enfrentar la diabetes con preparación y optimismo es un reto para los pacientes y sus familiares.

“La vida nos ha cambiado, muchas veces pensé: no podré seguir adelante, creo que no tengo fuerzas para enfrentarlo, pero todo va tomando su curso y en casa estamos aprendiendo a convivir con la enfermedad”, afirmó Dunia Leyva, la mamá de Marcos Alejandro.

“Mi hijo sabe inyectarse, maneja bien su glucómetro, sabe qué hacer cuando tiene hipoglucemia o hiperglucemia, e incluso cómo actuar cuando se encuentra ante alimentos diversos como es el caso de los servidos en cumpleaños y fiestas de la escuela. Ha ganado confianza y se relaciona con otros niños diabéticos, conoce que no es el único y que una vida como la de los demás es posible, poniendo en práctica lo que le enseñaron”, agregó.

En más de una ocasión se vieron brotar lágrimas de los ojos de madres y padres, pero también de quienes allí estuvimos compartiendo esa experiencia. Quedaron prendidos en mis recuerdos fragmentos de la letra de una canción que el abuelo D’Bérriz escribió para su nieta Gabriela Mayor, una niña que vive con la diabetes y que el último día de la convivencia regaló a todos: Igual que tú, hoy jugamos/ canté, reí y bailamos/y aprendí cómo cuidarnos/de esta nueva condición/gracias profesores/doctores, gracias mil/siento miles de amores/ que hacen feliz los sinsabores/ siento miles de amores/ que hacen vivir como entre flores/que hacen vivir…sin temores.

Karla, Andy, Miriam, Paula, Ana Bárbara, Laura, Miguel, Jeniffer, Franklin, Yaidelín y Franco, son solo algunos de los nombres de los pacientes que durante una semana compartieron encuentros de amistad y enseñanzas.

Como expresó el Doctor Manuel Vera, “este fue el espacio propicio para que los niños aprendieran qué hacer en sus vidas. Y hacer significa que sepan ser hábiles en el manejo de su dieta, de la insulina, del monitoreo de sus glucemias. Significa enseñarlos a aceptar los cambios que la condición de vivir con diabetes representa para ellos y sus familias, a enfrentar las dificultades con las que se pueden encontrar en la escuela, conocer cuáles son las limitaciones reales y diferenciarlas de las que le impone la vida, la sociedad, aquellas personas que no conocen que ellos son capaces de hacer cualquier cosa, como los demás”.

Convencidos de que pueden lograr todo lo que se impongan, niños y padres concluyeron una convivencia de compenetración y crecimiento ante los obstáculos, donde el amor se convirtió en aliado inseparable de la esperanza.

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