Los que ya no somos tan jóvenes podemos recordar que en las décadas de los años 60 y 70, sobre todo, era frecuente ver en cualquier centro una pancarta, en plena recepción, en la que podía leerse: “Bienvenido el control y ayuda”.
Era el recibimiento eufemístico de una visita anunciada. Aunque el aviso con bastante tiempo de antelación sigue estando presente en la inmensa mayoría de los controles o auditorías que se realizan en el país, no es el tema al cual quiero referirme en estas líneas, sino a la segunda parte, o sea, a la ayuda. Un reconocido profesional del sector de la salud, quien formó parte de la primera graduación de médicos después del triunfo de la Revolución, me sugirió tratar el tema.
Y para argumentar la propuesta contó que, a pesar de su juventud e inexperiencia entonces, le encomendaron dirigir uno de los hospitales construidos en la zona montañosa del centro del país, antes tan olvidada. Nada sabía de dirección, agregó, pero con el paso del tiempo fue aprendiendo, gracias principalmente a las periódicas visitas de control y ayuda, que no solo chequeaban “del pi al pa”, sino también explicaban, enseñaban y mostraban cómo trabajar de la mejor manera.
No pocas de aquellas visitas estuvieron presididas por el entonces ministro de Salud, doctor José Ramón Machado Ventura. No pretendo afirmar que cualquier tiempo anterior fue mejor; eso sería poco serio y desatinado, pero el presente debe también sustentarse en el pasado, como el futuro lo hará en el presente. De lo pretérito hay que tomar lo bueno y, evidentemente, esa ayuda fue, es y será necesaria, sobre todo para los recién graduados en fase de adiestramiento y los directivos con poca experiencia en el cargo.
El control tiene que existir, principalmente el interno, del cual tanto se ha hablado. Así está recogido en los Lineamientos. El número 12 especifica que debe fortalecerse el sistema al respecto, para lograr los resultados esperados en el cumplimiento del plan con eficiencia, orden, disciplina y acatamiento absoluto de la legalidad. Pero el ejercicio práctico de ese imprescindible examen no exonera en modo alguno a sus ejecutores, quienes —se infiere— deben contar con los conocimientos suficientes, acompañar cada señalamiento con las sugerencias requeridas para erradicar los problemas y perfeccionar la labor, y no solo exigir la aplicación de sanciones administrativas.
Cometer un error por desconocimiento no exime de responsabilidad, pero siempre resulta preferible enseñar que sancionar, porque constituye el verdadero sustento de la prevención. Me han comentado que esa es la tónica que caracteriza las acciones de la Comprobación Nacional al Control Interno, que cada año ejecuta la Contraloría General de la República en un grupo numeroso de empresas en el país, y he podido apreciar con beneplácito que las reuniones de resumen devienen talleres sobre el buen hacer, llenas de enseñanzas para erradicar las deficiencias, siempre adentrándose en las causas, más que en las consecuencias, para que sea atendida la raíz sobre todo y no irse por las ramas.
Pero no siempre sucede de esa forma. Existen equipos de auditorías y de controles diversos en organismos de la administración central del estado, organizaciones, empresas…, y no todos tienen incorporado el método educativo como forma esencial para transmitir conocimientos, instruir. Control y ayuda no son antónimos.
Según el diccionario, control significa comprobación, inspección, fiscalización, intervención, y ayuda, prestar cooperación, auxiliar, socorrer. Ambos pueden andar unidos, ligados estrechamente, sin que ello signifique dejar de señalar lo incorrecto, pasar por alto errores y deslices. “Lo cortés, no quita lo valiente”, afirma un viejo proverbio. Y no se trata de que las direcciones de los centros retomen aquella infeliz iniciativa de darle la bienvenida, con una pancarta a todo color, a los integrantes del equipo de control y ayuda, como si fuera la actuación de un grupo musical.
La cuestión es que los controladores, a cualquier nivel y en cualquier esfera, interioricen que sus funciones, al menos en nuestro sistema, no están ceñidas solo a la fiscalización, sino que deben incorporar el adiestramiento, la enseñanza, la transmisión de las mejores experiencias. Como afirmó Gladys Bejerano Portela, Contralora General de la República, en una entrevista para Trabajadores: En la educación, la orientación y la prevención “radica el camino real para tener conocimiento pleno y la información y como resultado de eso, exista mayor conciencia de la responsabilidad y el compromiso que se asume, principalmente por parte de los dirigentes administrativos”.