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La humildad que lo enaltece

El doctor Alfredo Darío Espinosa Brito es tan inteligente como sencillo. Tiene una brillante carrera profesional y ha merecido muchos reconocimientos, entre ellos el de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Pero —a mi modo de ver— la virtud que más lo enaltece es la humildad que le acompaña a todas partes, lo mismo a un congreso internacional en cualquier país del mundo, que al estadio 5 de Septiembre, en la ciudad de Cienfuegos, para presenciar un juego de béisbol.

El Doctor Espinosa Brito asegura preferir por igual la consulta y el aula. “Todos los escenarios son válidos para ejercer la profesión”, afirma. Foto: Modesto Gutiérrez, AIN

Su muy amplio currículo refleja: Especialista de II Grado en Medicina Interna; miembro de la Sociedad Latinoamericana de esa especialidad; Académico de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba; profesor titular, consultante y de mérito de la universidad de Ciencias Médicas Raúl Dorticós Torrado, de Cienfuegos; Premio al Mérito Científico otorgado por el Consejo Nacional de Sociedades Científicas de la Salud, y autor de múltiples artículos científicos y del recién publicado libro La clínica y la medicina interna.

Usted fue parte de la primera graduación de médicos formados integralmente por la Revolución. ¿Cómo recuerda los años de servicio social en un hospital rural?

Entre los mejores de mi vida. Tenía muchas ganas de poner en práctica todo lo que había aprendido en la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana, la única que existía entonces. Llegué lleno de ilusiones el 2 de enero de 1966 al Hospital Rural de Crucesitas, en pleno macizo montañoso del Escambray. Ese período de 26 meses que estuve como director y único médico representó para mí una verdadera luna de miel, no solo con mi esposa, porque estábamos recién casados, sino también con la profesión. Tuve siempre el cariño de los humildes serranos.

En Crucesitas fue donde me gradué realmente de médico.

Como fundador de la docencia médica superior en Cienfuegos, ¿qué valoración hace, a la luz del tiempo, de la formación de los nuevos galenos?

Similar a todo proceso, este también ha sufrido cambios. En nuestro país existe un plan de estudios para las universidades médicas. En los últimos años se le han introducido adecuaciones en busca de una mejor formación del médico.

No estoy ajeno a las dificultades que se han presentado al extenderse los escenarios docentes e incorporar a un grupo numeroso de nuevos profesores, así como la gran tarea que ha sido enfrentar la masividad de estudiantes. Habrá que evaluar sistemáticamente los resultados, para perfeccionarlos.

De los conocimientos, del arte y de la ética de cada docente, del deseo de aprender de cada estudiante, basado en una verdadera vocación de servicio a los demás, dependerá en gran medida la formación de los futuros médicos y su prestigio.

Los profesores y alumnos debemos estar preparados para que se formen los médicos que, como definió Martí, “debían tener siempre llenas de besos las manos”. Esto también es un anhelo de nuestros pacientes y sus familiares. Fidel dijo que para estudiar medicina se necesitan, además de conocimientos, humanismo, ética y deseos de servir a los demás.

¿Por qué acentúa con asiduidad la frase de Félix Varela: “El maestro vive en sus discípulos”?

Varela ha sido uno de mis referentes. Esa frase me confirmó la importancia de la misión del maestro de ser un humilde modelo y constante sembrador de ideas en sus educandos, no solo de conocimientos, experiencias y virtudes. Siempre me ha preocupado qué les ha faltado a los maestros que no dejan discípulos y me han admirado aquellos que han recogido una cosecha brillante.

Modestamente, las satisfacciones que me han dado mis educandos son de las mayores que recibo y sus triunfos los disfruto doblemente. A esto se une otra sana aspiración del ser humano, sobre todo cuando envejece, que es trascender en el tiempo y verse multiplicado en los que recuerdan las enseñanzas con cariño especial, que obtienen triunfos profesionales, que muchas veces nos superan y que con el tiempo hasta nos convierten en sus alumnos.

Usted ha insistido reiteradamente en la vinculación de las nuevas tecnologías con el método clínico. ¿Por qué?

El método clínico es la variante del método científico, o método general de las ciencias, aplicado a la actividad médica asistencial individual de un enfermo, aunque cada vez más se aplica también a personas sanas en actividades preventivas.

Para que se lleve a cabo de manera adecuada debe existir una buena relación médico-paciente y, además, por parte del facultativo, competencia científica, cultural y ética.

En ocasiones se identifica solo con la precisión del problema del enfermo, la observación y búsqueda de la información y la formulación de la hipótesis. Esto se hace para alertar que, aunque el uso apropiado de la tecnología está incluido y forma parte del método, no se debe emplear de forma anárquica ni absoluta, aunque constituya una valiosa herramienta auxiliar.

La investigación ha estado siempre presente en su labor. ¿Qué importancia le confiere en una profesión tan compleja como la suya?

Es un requisito indispensable para el desarrollo de las Ciencias Médicas. El profesional de la salud de hoy no puede ser solo un administrador de verdades que otros le proporcionan y que él aplica en su práctica clínica. Esto cobra mayor importancia en nuestro país, con conceptos muy propios, con una rica experiencia de un sistema nacional de salud y un contexto muy nuestro, donde no se deben trasplantar, de modo automático, conocimientos y recomendaciones originadas en otros lugares, con otras condiciones en todos los sentidos.

Aunque muchas veces no se considere así, la atención de un enfermo, si se lleva a cabo correctamente, es una investigación.

Estimo que hoy es muy necesaria la formación básica en metodología de la investigación, no solo para desarrollar las investigaciones de una manera correcta, sino para interpretar todo lo que se publica en esa avalancha de información científica que nos llega por muchas vías. Si es conveniente para todo médico, para el profesor universitario es esencial.

En mi caso, al inicio del ejercicio de mi profesión, tenía la investigación casi como un hobby, pero siempre sentí la necesidad de dejar plasmadas nuestras modestas experiencias en el campo de la investigación clínica y de salud pública. Así, desde mis años de estudiante, he participado en investigaciones sobre diversos problemas que han afectado y afectan a los cubanos.

En más de una ocasión hemos compartido ideas sobre las virtudes humanas. ¿Qué valoración hace de ellas desde el punto de vista moral y ético?

Hoy se habla menos de virtudes y más de valores. Sin embargo, en la tradición cubana, los fundadores de la nacionalidad siempre se refirieron a virtudes. ¿Qué ha ocurrido para que nuestra cultura occidental haya cambiado el término virtud por valor?

En la actualidad se ha perdido un calificativo que daba la sociedad a las personas y a las familias: decentes, o simplemente, buenos. Se sobrentendía  que los que así consideraban, eran capaces de abrazar los ideales más elevados del mejoramiento humano e incapaces de hacer el mal, odiar, agredir sin causa…

Los que le conocemos sabemos que gusta mucho de la música y el béisbol. ¿Son también sus pasiones?

Sí, mis aficiones por la buena música y el béisbol (en este no soy tan exigente) pueden calificarse de pasiones. Son gustos que vienen de la infancia, muy influenciados por el ambiente familiar y los amigos.

También han sido importantes auxiliares para afrontar el estrés.

Entre los numerosos reconocimientos recibidos, ¿cuál valora más?

Los valoro todos, porque los he recibido como prueba de reconocimiento a mi familia, mis maestros, mis compañeros y amigos y mis pacientes y estudiantes. También he acogido otros en nombre de mi colectivo de trabajo, mi hospital y la universidad donde imparto docencia y a nombre de la salud pública cubana.

Sin embargo, el reconocimiento que más agradezco es el cariño de las personas cercanas a mí y de la gente común que me sorprende frecuentemente con su agradecimiento.

 

Otros reconocimientos:

– Orden Carlos J. Finlay. (Consejo de Estado), marzo 2003.

– Hijo Ilustre de Cienfuegos (Asamblea Municipal del Poder Popular), abril 2004.

– Distinción a la Utilidad de la Virtud (Sociedad José Martí), octubre 2004.

– La Perla (Asamblea Provincial del Poder Popular en Cienfuegos), diciembre 2007.

– Líder de la Salud, “Mil ciudades, mil vidas” (Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud), abril 2010.

 

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