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Jared, cerca del cielo

Jared no es un punto olvidado de la geografía norte de Paquistán. Casi a los pies de las montañas del bajo Himalaya, el poblado —otrora zona turística— es ahora un escenario donde lo real es casi inimaginable, y lo rural acentúa la pobreza y la nobleza de las personas.

 

El médico paquistaní cuenta a diario con la ayuda de las enfermeras cubanas. Foto: Roberto Suárez

 

Al derroche de belleza natural, se suma hoy el desastre provocado por el mayor terremoto que aquí se recuerde, ocurrido el pasado 8 de octubre, el cual en tan solo segundos destruyó la felicidad y la tranquilidad de miles de personas, y casi a las puertas del invierno las dejó sin refugio alguno.

Por las laderas de esas montañas empinadas, cubiertas de nieve y cerca del cielo, transitan campesinos con rebaños de animales, niños que se ríen cuando descubren a los forasteros, y mujeres cuyos trajes típicos apenas dejan ver sus rostros inocentes.

Hoy Jared es un pueblo destruido; colmado de cientos de casas de campaña donde por temor a que puedan ocurrir otros temblores los paquistaníes se resguardan de las frías madrugadas. Las torres eléctricas y las pocas construcciones de hormigón están en el piso. Mientras, las miradas de desamparo oprimen los corazones de quienes han venido de muy lejos a extenderles una mano: los médicos de Cuba.

 

Una experiencia bonita y dura a la vez

 

En camino hacia un pueblo cercano. A esa hora de la mañana sólo el ejercicio físico alivia el frío. Foto: Roberto Suárez

 

Pese a las bajas temperaturas que ya se registran a principios de diciembre, alrededor de cero grado celsius en ocasiones, los médicos cubanos que “viven” en Jared se sienten felices.

El campamento está ubicado en un pequeño valle rodeado de montañas, una de ellas totalmente cubierta de nieve; los habitantes del lugar la denominan la Reina.

Los amaneceres son fríos y las escarchas aparecen en la hierba y encima de las casas de campaña. Pero nada amilana a nuestros galenos en su afán de servir a esta población necesitada.

El jefe del campamento del hospital de campaña número 13 es el cirujano Miguel Cabrera, quien en Cuba labora en el hospital de Jatibonico, provincia de Sancti Spíritus. Esta es su segunda misión internacionalista y aun cuando llegó a Paquistán a mediados de noviembre, ya tiene qué contar.

“Nuestro colectivo lo integran 43 personas, entre ellas 29 médicos —nos cuenta—. Desde un principio apoyamos al galeno paquistaní que estaba en este lugar cuando llegamos. Ahora continuamos trabajando con él, y ya damos consultas en el campamento, realizamos ultrasonidos, electrocardiogramas, y vamos a otros pueblos cercanos para hacer labor de terreno, que aquí le decimos ‘de montaña’.

“La experiencia es bonita y dura a la vez, pues no estamos acostumbrados a este clima, a las nevadas que se aproximan y a este relieve montañoso. La acogida de los habitantes, a pesar de las diferencias de idioma, ha sido excelente. Cuando vamos al pueblo la gente nos invita a sus casas y nos brindan té con leche, una bebida muy típica por acá.”

 

Médico paquistaní integra la familia de los cubanos

 

“Cuando vamos al pueblo la gente nos invita a sus casas y nos brindan té con leche, una
bebida muy típica por acá”, expresó Miguel Cabrera, director del campamento, el segundo
de izquierda a derecha. Foto: Roberto Suárez

 

Cada jornada en Jared resulta emocionante. Los nuestros no pueden sustraerse a ese paisaje que por momentos parece copiado de una postal. El campamento está aledaño a una unidad militar que también tiene un hospital de campaña.

“Hemos quedado muy impresionados ante con el desastre –dijo en inglés el capitán Ashfaq Ahmed, médico paquistaní, quien llegó a la zona dos días antes que sus homólogos cubanos.

“A más de un mes de haber ocurrido el terremoto pensé que no iba a encontrar heridas graves. Sin embargo, aún hoy atiendo casos complicados, como el niño que recientemente llegó a la consulta con un trauma craneal y hacía diez días que estaba sangrando por el oído. Todavía se ven esas cosas, pues muchos de estos habitantes no tenían por costumbre atenderse con un médico.

“Al contar con el equipo de especialistas cubanos, me sentí más seguro. Gracias a ellos, y a la ayuda que me brindan las enfermeras, asistimos diariamente a unos 100 pacientes. El equipamiento que trajeron los cubanos ha permitido detectar hasta un cáncer de vejiga. Antes evacuábamos para su atención en otro lugar, de cinco a diez personas; hoy las cifras han disminuido notoriamente, pues entre estos profesionales hay radiólogos, ortopédicos, cirujanos.

“Estos médicos son excelentes —agregó— y las enfermeras son expertas en todas las técnicas y procederes de la especialidad. Estoy sorprendido al ver tal participación y mi pueblo ha apreciado muchísimo de esta contribución tan humana.”

 

Un día en el campamento

El día en el campamento comienza con los comentarios sobre el frío de la madrugada y del amanecer. Luego del chocolate caliente y del matutino, algunos van a las montañas, otros se dirigen al pueblo cercano, atienden el cuerpo de guardia o refuerzan al médico paquistaní.

La localidad más cercana a Jared está ubicada a unos cuatro kilómetros. El trayecto se hace la mayor parte de las veces a pie y a esa hora de la mañana sólo el ejercicio físico alivia el frío.

Paquistaníes y cubanos se saludan con afecto por el camino, y ya en el terreno se preparan las condiciones para iniciar las consultas. Las doctoras atienden a las mujeres y a las niñas, y los médicos a los hombres y a los niños. La tradición es así y las costumbres se respetan.

Algunos profesionales tienen frescas las experiencias de Venezuela. Gerardo Márquez, especialista en Medicina General Integral, de Pinar del Río, laboró dos años allá, hasta que como integrante del Contingente Henry Reeve llegó a Paquistán.

“Lo más difícil aquí es la diferencia de idioma y el frío —explicó—. Esta geografía no la había imaginado, pero siempre antes de llegar a los lugaresme hago la idea de que todo es bien difícil, y luego, cuando afronto las circunstancias, me desempeño mejor.”

Para Orandelis de los Santos Machín, otro pinareño, médico de la familia en el municipio de Los Palacios, Paquistán es su tercera misión. Gambia y Venezuela las han antecedido; pero sin dudas, esta será inolvidable.

Cuesta trabajo despedirse en Jared. Los galenos acompañan a los periodistas hasta la salida del campamento. Los compatriotas sienten nostalgia por la familia y Cuba, como la doctora de Sancti Spíritus, Glicer Medina, y el enfermero instrumentista, de Ciego de Ávila, Daniel Armando Herrera.

Son pasadas las tres de la tarde y el sol empieza a esconderse entre las montañas, la retirada hay que hacerla a tiempo. Dentro de dos horas ya será de noche.

 

[note note_color=»#e2eddb» radius=»2″]En Jared murieron, a causa del terremoto, 776 personas. Se reportaron 5 mil heridos. Con independencia de esta cifra, mil 500 tuvieron que ser evacuados y el 98% de las casas fueron destruidas. El médico paquistaní cuenta a diario con la ayuda de las enfermeras cubanas. “Cuando vamos al pueblo la gente nos invita a sus casas y nos brindan té con leche, una bebida muy típica por acá”, expresó Miguel Cabrera, director del campamento, el segundo de izquierda a derecha. En camino hacia un pueblo cercano. A esa hora de la mañana sólo el ejercicio físico alivia el frío. [/note]

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