En más de 30 años se ha desgastado un poco la vista, la columna ya no es tan fuerte y, alguna que otra vez, se ha enfermado de los pulmones. Pero son “bicocas”, “cosas que pasan”, alude Ernesto Menéndez Parrado; para él no es algo “común o normal” trabajar en el Archivo Histórico Provincial de Camagüey es más, es felicidad, la vida misma y su mejor realización profesional.
Paciencia. Tiempo. Dedicación, y mucha. Esas son, dice Ernesto, las condiciones básicas para pertenecer el gremio. “Y es que son características esenciales porque salvar la vida de un libro, o un documento, te puede llevar unos seis meses”.
Bien lo sabe él que es uno de los restauradores de la entidad que junto a los casi 70 trabajadores que, diseminados por gran parte de la provincia en una red integrada por Archivos Municipales, se erigen como grandes protectores del patrimonio documental del territorio durante ya unos 50 años.
Principios básicos
Al ser Camagüey una de las primeras siete villas fundadas por los españoles en Cuba, no era de extrañar la necesidad, casi urgente, que sentían muchos de conservar buena parte de la historia que solidificaba las bases, las esencias de la provincia. Allá por el año 1904, Salvador Cisneros Betancourt, en una carta dirigida al Presidente de la República, Tomás Estrada Palma, explica sus deseos de crear un espacio con este fin.
Pero no es hasta el 4 de noviembre de 1968 que se concreta el empeño. Aunque, desde dos años antes se comenzaron a recopilar documentos. Y así para la apertura se exhibió un mapa histórico del territorio y una exposición de documentos de las Guerras de Independencia.
“Surgimos para rectorar la política en gestión documental en el territorio, la conservación preventiva de la documentación y prestar un buen servicio”, asegura Marila Almeida Simón, directora del centro, el cual está adscrito al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
A lo largo del tiempo han podido reafirmar la importancia de existir y hoy se alzan como uno de los centros con más documentos preservados, reunidos en 103 fondos y que puestos en línea recta, miden unos 3 mil 300 metros. Allí se preservan tesoros: hay un protocolo notarial de mil 700 del notario Jerónimo Agudo; el expediente personal del alumno José Francisco Martí Zayas Bazán, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Puerto Príncipe, que contiene certificaciones, y notas de exámenes; así como una colección de Documentos de las Guerras de Independencia de 1868 y 1895, entre otros miles de registros, planos, mapas, escrituras…
Papeles protagónicos
Tanta información, tanto contenido de seguro demanda muchas manos, mas solo dos especialistas en conservación velan por el cuidado especial y hacen malabares para que las condiciones del local, que no son las idóneas, afecten lo menos posible.
Según Yurisleidis Villa Galindo, jefa del departamento de conservación, “el éxito de la preservación radica en la unión de muchos poquitos. Nos regimos por la Resolución 41 del 2009 del Citma que traza los lineamientos para la conservación y que indica cómo hacerlo, así como las condiciones que deben tener los depósitos, los inmobiliarios.
“A veces faltan los recursos, pero buscamos alternativas como ventilar las habitaciones, revisar los depósitos para detectar hongos, bacterias, realizamos una fumigación especializada periódicamente y controlamos la temperatura del local”.
En busca de un sueño
El edificio que acoge al Archivo no reúne las condiciones esenciales, permite que la humedad haga de las suyas y el conocimiento se acumula al punto de que el espacio no alcanza. Perderle sería un sacrilegio como apunta Ernesto, para quien “el trabajo del archivo es de vital importancia porque atesora los documentos históricos de Camagüey. Además, hay que conocer la historia para prever el futuro y no volvernos a equivocar”.
Por eso, desde hace un buen tiempo, entre los reclamos que más hacen los trabajadores, además de la necesidad de papel japonés, de cartones y de mejores guantes, está el de un local con mejores condiciones. Al parecer ese cambió se cumplirá.
Pero en lo que se concreta el sueño ellos se enfocan en mejorar el posicionamiento externo del Archivo y elevar la cultura archivística de todos los actores que conforman la sociedad.
Lo primero fue atraer visitantes. “Antes venían unas 7 o 10 personas en un año, pero hoy vemos más aceptación con alrededor de 40 visitas, incluso extranjeras. Hablamos de un auge en el acceso y la asiduidad a la institución a partir de un mejor trabajo de difusión de nuestros servicios y el apoyo de investigaciones de la universidad”, explicó Marila.
Pero no se han conformado. Ahora se encuentran inmersos en la informatización y digitalización de sus contenidos. Este último el más demorado, pues solo cuentan con un escáner para transferir los textos al formato electrónico y así proteger los originales del deterioro. No obstante ya cuentan con bases de datos del Registro Mercantil, el Registro Civil, el Instituto de Segunda Enseñanza y el inventario del fondo de los Ferrocarriles. Otro punto a su favor a la hora de atraer investigadores, estudiantes a ese mundo, para algunos todavía desconocido, que guarda tanta historia.