Sumido en una guerra civil, una profunda crisis humanitaria, en la pobreza y la dramática situación de dos millones de desplazados internos, la República de Sudán del Sur, el estado más joven del mundo, no ha podido disfrutar desde hace 6 años los beneficios de su independencia, alcanzada el 9 de julio del 2011.
Unida hasta esa fecha a Sudán, pocos han sido los momentos de paz, estabilidad política y gobernabilidad que ha vivido la población sursudanesa, víctima de luchas intestinas por el poder, una extrema violencia étnica, actos de terrorismo, secuestros, violaciones, y abusos sexuales, que han cobrado la vida de decenas de miles de sus habitantes.
Las rivalidades surgidas a finales del año 2013 entre el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, y el vicepresidente, Riek Machar, ahora líder del ejército rebelde, considerados enemigos irreconciliables, condujeron a un enfrentamiento armado, que reeditó las cruentas guerras civiles sostenidas con Sudán, en las décadas de los sesenta y ochenta respectivamente.
La actual contienda tiene también un componente confesional de rivalidad entre las 2 etnias mayores del país: dinka y nuer.
A pesar de que el Gobierno surgido de la independencia, encabezado por Salva Kiir —dinka— y Riek Machar—nuer—agrupó a ambas facciones, el conflicto estalló en el 2013 por la destitución de todo el Gabinete de esa última etnia y las denuncias de un supuesto intento de golpe Estado por parte de Marchar.
Desde entonces, señalan observadores políticos, los 2 ejércitos rivales libran sangrientos combates ante la imposibilidad de sus dirigentes de sellar un acuerdo de paz sostenible, Machar se encuentra exiliado en Sudáfrica, mientras Kiir encabeza un Gobierno cuya economía está en una profunda recesión, que ha convertido a Sudán del Sur, en uno de los países más pobres del mundo, a pesar de sus vastos recursos minerales, fundamentalmente el petróleo.
Los sectores de la agricultura y la ganadería están muy deprimidos y carentes de asistencia nacional o internacional, capaz de revertir esta situación, por lo que los ingresos provenientes de la producción de petróleo —el 98 % del presupuesto gubernamental— constituyen la mayor fuente financiera con la cual cuenta el país y la única capaz de solventar el desarrollo de la nación.
Según la Agencia de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) las catastróficas consecuencias de este conflicto se hacen más severas en el seno de la población infantil, en la que más de un millón 200 mil niños se ven afectados por una desnutrición aguda y la falta de atención sanitaria.
La agencia especializada de la ONU, estima, además, que cerca de 2 millones 200 mil niños no acuden a las escuelas, mientras los centros de enseñanza son objetivo permanente de los grupos armados, que a menudo los utilizan como cuarteles y zonas de refugio, donde de los menores son reclutados como soldados para la guerra, cuya cuantía es calculada por Unicef en cercana a los 20 mil.
La reciente finalizada XXIX Cumbre de la Unidad Africana (UA), celebrada en Etiopía, acordó en su Declaración Final, continuar su gestión conciliadora en los conflictos que tienen lugar en Sudán del Sur, Somalia, Libia, República Centroafricana, entre Djbouti y Eritrea, y en la aplicación del acuerdo de paz en Mali.
En el caso específico de Sudán del Sur, Uganda, que ha acogido a cientos de miles de refugiados, y otros países vecinos han prestado una gran contribución a los ingentes esfuerzos de la organización regional para alcanzar un cese el fuego que posibilite conversaciones de paz entre las partes beligerantes.
Acuerdo que no se vislumbra en un futuro inmediato, para mayor desolación y desesperanza de la sufrida población sursudanesa..