El miércoles 26 de octubre del 2016 quedará grabado como símbolo de lo que puede alcanzar un pueblo que se mantiene enhiesto, encarando los más complejos desafíos. Ese día, la comunidad internacional ratificó de manera apabullante su rechazo al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de Estados Unidos a Cuba.
Jamás tantas naciones (191 lo hicieron esta vez, al igual que el pasado año) se pronunciaron al unísono sobre temática alguna. Ello expresa la condena universal a una política genocida diseñada para doblegar a nuestro pueblo, privándolo de medicamentos, alimentos y de toda clase de recursos y que pervive como instrumento de presión política funcional a los intereses más retrógrados, dentro de la clase dominante estadounidense.
Es tal el repudio a esa filosofía criminal –condenada en diversas convenciones internacionales- que, en esta oportunidad, EE.UU. e Israel, su aliado incondicional, decidieron cambiar su posición tradicional de oponerse a la resolución presentada por Cuba, por la abstención; si bien la ecuación solo podrá resolverse únicamente cuando cese de manera definitiva el bloqueo.
Esa postura, que coloca sobre el tapete las contradicciones dentro de las diferentes ramas de aquel sistema político, pone de manifiesto el profundo aislamiento de la primera economía del mundo con respecto a nuestro país, algo que el propio presidente Barack Obama se vio obligado a reconocer en su intervención del 17 de diciembre del 2014 y que la embajadora yanqui Samantha Power reiteró ahora, en su intervención ante el plenario de Naciones Unidas.
En 1992, cuando decidimos llevar ante la Asamblea General este tema, Estados Unidos y sus acólitos fantaseaban con que nuestro proyecto político de profunda raigambre popular desaparecería ante el impacto estremecedor, en todos los sectores, derivado de la desintegración de la Unión Soviética y el colapso del socialismo en Europa del Este.
Se dispusieron a asestar la estocada mortal, recrudeciendo la persecución a las operaciones comerciales antillanas en cualquier latitud y diseñando engendros jurídicos de toda clase, como las leyes Torricelli de ese propio año y Helms-Burton, de 1996, con el propósito de provocar el descontento entre la población y desatar estallidos sociales.
Ese modus operandi, afirmaban, implicaría inevitablemente -luego de manipular a la opinión pública sembrando una matriz alejada por completo de los hechos- la presencia de sus tropas “pacificadoras”, coronando así las apetencias bicentenarias de engullirse a nuestro país. El delirium tremens que se apoderó de aquellos facinerosos los llevó incluso a decretar “la hora final de Castro y la Revolución Cubana”.
De este lado, con absoluta convicción y naturalidad impresionante, un pueblo que basó siempre su fortaleza en la unidad y que tiene como capital fundamental los conocimientos y la cultura (sin dejar de soñar o amar) decidió proseguir construyendo la utopía. Éramos conscientes de que, aunque alejada de la perfección, imposible por demás en una obra humana, nuestra estrategia emancipadora, cimentada en la voluntad de ser dignos, era la única alternativa posible.
Los poetas y cantores, que logran atrapar con especial sensibilidad los sentimientos condensados en el pueblo, retomaron con lirismo aquella determinación expresada desde el día fundacional. Fue así que volvieron a inspirar, en cualquier trinchera, “Cuba va”, “La Era está pariendo un corazón”, o “Son los sueños todavía”. Cada una de ellas multiplicó la profunda carga patriótica que se apoderó de las más simples empresas cotidianas.
En el concierto foráneo la proeza caribeña, de la que formó parte no renunciar a nuestra invariable postura solidaria, acrecentó su autoridad y prestigio. No es acto de magia ascender de 59 votos a los 191 actuales. En innumerables capitales, o pequeñas aldeas de cualquier geografía, alguien invocó el nombre de este archipiélago y de su obra educacional, médica o deportiva. Ese crecimiento numérico es consustancial, en gran medida, a nuestra apreciación de “compartir lo que tenemos”, mucho más humanista que la de “regalar lo que sobra”.
Un fuerza telúrica.
En todos esos avatares, desde su condición de genio de la política y estadista que encarnó en todo momento las aspiraciones más nobles, de los pueblos del Tercer Mundo, brilló de manera especial Fidel. Su huella trasciende cualquier ámbito, a partir de esa relación indescriptible que estableció con los revolucionarios de cada latitud.
Aproximarnos a la hondura de sus ideas es una empresa que adquiere cada día mayor significación pues Fidel representa, más que una leyenda de la lucha, una fuerza telúrica de extraordinario valor de cara a las contiendas futuras.
Ese fue el propósito de la Jornada Científica Anual de la Sección de Ciencias Sociales de la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP), la cual se dedicó a rendir homenaje al 90 cumpleaños del Comandante en Jefe.
Bajo el título Revolución y socialismo en el presente: reflexiones desde el pensamiento y la obra de Fidel Castro un nutrido grupo de investigadores, profesores y estudiosos de numerosas instituciones se congregaron durante dos días en la sede de la SEAP, en el Instituto de Literatura y Lingüística de la capital cubana.
En las palabras de apertura del evento, que contó también con una representación de estudiantes universitarios, la doctora Olga Fernández Ríos, presidenta de la Sección de Ciencias Sociales de la SEAP, destacó que “Fidel es mucho más que un pasado heroico. No es nostalgia, sino un referente de sorprendente valía para el mañana”.
De igual manera alertó sobre algunas tendencias, en determinados espacios, de abordar solo el componente martiano dentro de su pensamiento, mutilando así la profunda huella que posee el marxismo-leninismo dentro de su acervo político e ideológico. “Es algo descabellado, pues nadie como él reconoció que durante toda su vida se nutrió de esos dos troncos fundamentales: el ideario martiano y los análisis marxistas”, agregó.
Sobre la contribución de Fidel en este campó resalto que: “Su obra hay que apreciarla en sentido integral, como aporte sustantivo al pensamiento y acción revolucionarias y como nuevo escalón de la cultura marxista. Todo ello desde criterios dialécticos, con vocación unitaria y marcadamente anti dogmáticos. Impresiona además su tremenda capacidad para apreciar los contextos históricos”, añadió.
En la fecha inaugural se desarrollaron dos paneles. El primero estuvo coordinado por la Dra. Concepción Nieves Ayús, Secretaria de la Sección de Ciencias Sociales de la SEAP. En el intervinieron los doctores Alberto Prieto Rozo, quien preside el Tribunal Nacional de Ciencias Políticas y Rosa Miriam Elizalde, subdirectora del portal digital Cubadebate, así como el autor de estas líneas.
La doctora Nieves Ayús se refirió a, “Los métodos en Fidel para alcanzar los ideales desde la dirección colectiva de la sociedad. En él no hay una manera de aferrarse a modelos específicos, ni a encasillamiento alguno. Cuando los sucesos en la Unión Soviética levantó las banderas de la lucha internacional, desde un óptica amplia e inclusiva”.
El profesor Prieto, quien preside además las cátedras Benito Juárez y Manuel Galich, de la Universidad de La Habana, disertó sobre la lucha revolucionaria latinoamericana, desde sus orígenes hasta el impacto que provocó el triunfo del 1ero de enero de 1959 y la decisión de levantar el socialismo en este pequeño archipiélago caribeño.
“Hay que conocer las aspiraciones de los pueblos e identificar las peculiaridades de cada uno de ellos, desde el dominio profundo de su idiosincrasia. Fidel asumió la unidad como cuestión cardinal de la lucha, para después transformar la cultura y moral en que vivíamos. No bastaba con las medidas económicas iniciales, y por eso le concedió prioridad a explicar por qué la nueva sociedad era diferente, y cualitativamente superior a la del pasado”, remarcó.
El destacado investigador, miembro de número además de la Academia de la Historia de Cuba, resaltó que: “Fidel dotó de un contenido ideológico a la Revolución, como esencia de todo el proceso. Ello garantizó que no se apreciaran los fenómenos de igual manera que antes. No se trata solo de cuestiones materiales”.
En su presentación retomó varias de las líneas desarrolladas en su libro Fidel Castro y la Revolución, presentado por la editorial Ocean Sur hace solo unas semanas en el Memorial José Martí, excelente ensayo en el cual, desde la síntesis, se reflexiona sobre estos asuntos desde la perspectiva latinoamericana y caribeña.
Sobre su vocación integracionista, escribió entonces: “Fidel Castro, desde el triunfo de la Revolución Cubana estaba consciente de lo imperioso que resultaba, en nuestra región, rechazar la hegemonía imperialista de Estados Unidos mediante la integración latinoamericana. Por eso en su visita al Río de la Plata en 1959, planteó: ´Unámonos primero en pos de nuestros anhelos económicos, en pos del mercado común y después podremos ir superando las barreras aduaneras, y algún día las barreras artificiales habrán desaparecido. Que en un futuro no muy lejano, nuestros hijos puedan abrazarse en una América Latina unida y fuerte. Ello será un gran paso de avance hacia la unión política futura, como fue el sueño de nuestros antepasados´”. [1]
La doctora Rosa Miriam Elizalde, por su parte, atrapó la atención de los participantes abordando múltiples aristas del complejo entramado comunicacional que reina a escala global. Hizo énfasis en la necesidad de persistir fomentando alternativas para contrarrestar ese barraje, mediante el cual se intenta doblegarnos.
“A Fidel lo percibimos, desde cualquier sector social, de manera íntima. Es algo que casi no ha ocurrido en la historia de la humanidad, por la manera en que los políticos se distancian de las grandes masas. Él tiene una presencia en los lugares más insospechados y su aliento no solo se renueva sino que multiplica su alcance”, apuntó.
Resaltó asimismo que en el campo de la informática Fidel fue también un visionario. “Su idea de que cada cubano tuviese un día una computadora, como instrumento para la comunicación y la superación cultural, es anterior a la Batalla de Ideas, y se remonta a principios de la década de los 80, etapa en la que también avizoró la importancia de desarrollar la industria biofarmacéutica, cuando apenas estaba comenzaba en el mundo. Mucho antes, incluso, construimos un proyecto propio de computadora, a partir de un intercambio que sostuvo con un científico norteamericano”. [2]
Rosa Miriam profundizó en lo estratégico de pelear en las redes sociales, los espacios multimediales y el resto de las modalidades presentes en la actualidad, involucrando especialmente a los jóvenes. “La Revolución ha creado un extraordinario potencial en esta esfera que tenemos que utilizar con mayor intencionalidad. Hay que ser audaces en la comunicación, nutriéndonos de un acervo que se remonta a la importancia que en el pasado le prestaban, por ejemplo, los líderes socialistas a la radio mediante una emisora como la 1010”.
El autor de estas líneas expresó en su ponencia, examinando el período que comenzó con el combate por el regreso del pequeño niño Elián González, que: “Esa gesta se fundó sobre sólidas bases culturales, reinterpretando la larga tradición que se remonta a la época en que en las calles el pueblo conocía que uno de los mandatos principales era fomentar hábitos de lectura, luego de la victoria en la campaña de alfabetización, y que se cimentó en documentos imperecederos como Palabras a los Intelectuales, que fijaron desde entonces una plataforma extraordinariamente inclusiva para la defensa de nuestra obra.
“Fue también un alud de argumentos, reflexiones y análisis en los que, bajo la impronta de Fidel, el pueblo se propuso emprender una transformación en diferentes ámbitos, que multiplicara las fortalezas para encarar los grandes retos que imponía el tercer milenio en un mundo signado, como igualmente nos alertó ese hombre excepcional cuyo 90 cumpleaños festejamos, por una crisis civilizatoria”, precisó.
⃰ El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
[1] Alberto Prieto: Fidel Castro y la Revolución, Ocean Sur, 2016, p. 50.
[2] Sobre el tema de la construcción de esa computadora, luego de la conversación que sostuviera Fidel el 5 de abril de 1969 con el destacado científico neoyorkino Dr. Erwin Roy John, quien tenía gran prestigio en el área de las neurociencias, explica en un reciente artículo el Dr. José Miyar Barruecos, testigo de aquellos acontecimientos. El doctor Chomy detalla la manera en que se desarrolló el proyecto, con el concurso del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CENIC), inaugurado por Fidel en 1965, y la Facultad de Ingeniería Eléctrica de la Cujae. Para acometer esta tarea se habilitaron dos casas de El Laguito, génesis a su vez del Centro de Investigación Digital (CID). “El 18 de abril de 1970 ya la computadora está concluida y el comandante Fidel Castro visita las instalaciones del Centro, conversa con los diseñadores y especialistas y juega un final de ajedrez con la máquina. De esta forma nace la CID 201A, por la iniciativa y confianza de Fidel. (…) A principios de mayo de 1970, él cita al Buró Político para una reunión, sin hacerle saber el objetivo a sus integrantes. (…) Resalta la extraordinaria importancia de la Computación en todas las ramas de la Ciencia moderna y los avances alcanzados por un colectivo multidisciplinario de la Universidad de La Habana, que pudo lograr en brevísimo tiempo –menos de ocho meses- producir la primera computadora cubana, diseñada y fabricada en el país”. José Miyar Barruecos (Chomy): “Fidel, la Universidad, la Ciencia y la Tecnología: origen y desarrollo de la computación en Cuba”, Cuba Socialista, 4rta época, No. 2- mayo-agosto de 2016, pp. 23.24.