Domingo, mi vecino, es un héroe y no lo cree. Lo es desde muy joven, su heroísmo es callado, como él mismo, anónimo, como su vida. Con una veintena de años estaba en las montanas del Escambray capturando bandidos y luego luchando en la arenas de Playa Girón.
De paso lento, hablar poco pero exacto, de mirada tierna, Domingo García Ramírez fue uno de aquellos jóvenes que sobrevivieron la epopeya que conmovió al mundo y movilizó a un pueblo a luchar por su Patria.
Sin exagerar, cuenta las anécdotas, esas que son como la pagina más cuidada de un archivo, en ellas está el valor de una generación que buscaba algo más allá del horizonte. También con dolor describe los últimos momentos de los compañeros que cayeron a su lado, la angustia por no saber del hermano que luchaba cerca y la sorpresa de que la madre llegara hasta el central Covadonga para saber de los hijos.
“Fueron días muy tensos, pero la juventud y la efervescencia revolucionaria no nos permitía sentir miedo. Estábamos en un estado de éxtasis, solo queríamos defender a Cuba”, dijo como concluyendo una conversación que a penas empezaba.
“Estaba “cazando” bandidos en la zona de Banao y Pico Blanco, en el Escambray. El 9 de abril dan permiso para ver a la familia, el 17 nos convocan a reunirnos en el aeropuerto militar de Santa Clara, no sabíamos a ciencias cierta para qué, aunque lo suponíamos ante los acontecimientos del día anterior. Mi hermano y yo habíamos salido a caminar por la ciudad y nos incorporamos al llamado sin pasar por la casa, la vieja nos alcanzó la mochila para ir a Girón”, dice y en su rostro aparece una mezcla de sentimientos que más que tristeza por recordar a la madre fallecida es orgullo.
Recuerda las bombas, la cara servil y lacaya de los mercenarios, las ametralladoras sonando y los cangrejos. “Mire usted, las bombas y los disparos pasaban por mi lado y yo sin inmutarme, pero cuando tenía un diez me tiraba a descansar y se aparecía una plaga de cangrejos, entonces si que me…”, ríe y con su sonrisa parece volver su juventud, esa que ha sido coronada con las medallas XX Aniversario del Moncada, la de Playa Girón, la Lucha Contra Bandidos, la 50 aniversario del MININT, entre otras.
También evoca con zozobra al amigo que acababa de conocer desangrado a su lado. “Ese fue el momento más duro porque aunque había estado en la montaña capturando bandidos, incluso al asesino de Nando Lima, no sabía lo que era ver morir a alguien. Vi morir compañeros al instante sin casi explicación, a otros verlos apagarse lentamente, darme últimos recados para sus familiares, eso fue lo más doloroso”, afirma y a pesar de los años se le humedece la mirada.
“Tenía la angustia de que mi hermano Jesús fuera uno de esos que cayeron en los primeros momentos, porque él había salido antes que yo y no me lo había tropezado ni nadie me daba referencias. Hasta el regreso no nos encontramos. Esos pensamientos me calaban profundamente y me acampanaron en silencio los el tiempo que pasé en la zona de Playa Girón haciendo el peine final de los mercenarios y protegiendo la costa”.
“Varios días después de la victoria me comunican que mi madre estaba en el Central Covadonga. Venía a saber de sus hijos, no era para buscarnos porque ella tenía bien puesto el nombre: Mariana. Sentí pena de que creyeran que estábamos debajo de su falda, pero su preocupación y su cariño lo borraban todo. Le dije, ve para Santa Clara que esto está ganado, espéranos para celebrar el triunfo”.
Girón era la primera derrota del imperialismo yanqui en América, el pueblo había luchado también por el Socialismo, pero muchos jóvenes cayeron en la batalla. Esa sin dudas fue una generación que dejó como legado estar dispuestos a morir por un ideal. Domingo es un héroe, y lo grande es que no es él solo, porque tengo también otros vecinos que supe ayer, estuvieron en la misma epopeya.