El descarrilamiento, ataque y rendición del tren blindado que la dictadura batistiana había enviado para reforzar con hombres y pertrechos sus tropas fue, aquel 29 de diciembre de 1958, un gran triunfo para las fuerzas comandadas por el Che que libraban la batalla de Santa Clara.
En manos de los rebeldes quedó la dotación completa, “con sus veintidós vagones, sus cañones antiaéreos, sus ametralladoras del mismo tipo, sus fabulosas cantidades de municiones (fabulosas para lo exiguo de nuestras dotaciones, claro está)”, escribió el Che sobre el resultado de la acción.
Cuentan que el comandante guerrillero tuvo palabras de elogio para quienes desde la capital habían contribuido a esa victoria: los obreros de los talleres ferroviarios de Ciénaga.
Ellos habían actuado dentro de su propio centro de trabajo de manera efectiva, con la más absoluta discreción como lo dictaban las reglas de la clandestinidad y sin despertar la menor sospecha.
Todo comenzó cuando en el mes de septiembre un miembro del Movimiento 26 de Julio que laboraba allí como pintor, fue testigo de la llegada de un grupo de carros cerrados, utilizados para cargar azúcar, lo que le resultó raro porque allí no se reparaban carros sino locomotoras. Se lo comentó a un compañero de su célula y después de varias averiguaciones se enteraron de que se iba a construir un tren blindado para lanzarlo repleto de militares fuertemente armados, contra los rebeldes.
Informaron entonces al compañero que en la sección obrera de la dirección provincial del Movimiento tenía a su cargo entre otros, la atención del sector ferroviario, y la orientación recibida fue acopiar sin pérdida de tiempo toda la información posible. Dada la importancia y envergadura de la tarea se decidió que las células, que según las reglas del trabajo clandestino no debían conocerse entre sí, se pusieran en contacto para acopiar la mayor cantidad de datos.
Uno de los militantes del Movimiento, que trabajaba como mensajero del ingeniero jefe, sustrajo de la correspondencia de su superior numerosos detalles sobre la construcción del tren. El que laboraba como pintor se brindó para hacer los números y letreros de los carros, lo que le permitió conocer la cantidad de ellos y sus características. De esa manera, apelando a todo tipo de recursos cada cual puso su granito de arena para dar a conocer al Che, a través del Movimiento, los detalles del plan del enemigo.
Cuando el 14 de diciembre se le encomendó a Jesús Soto (ya fallecido) trasladarse a Las Villas para participar en la Conferencia Nacional Azucarera que tendría lugar en ese territorio, llevó consigo el último informe sobre el tren blindado, que demoraría todavía unos días en salir de los talleres.
Pero los ferroviarios de Ciénaga no se limitaron a recoger información. Pese a que el lugar estaba lleno de soldados, sabotearon el tren horadando con sopletes por las partes menos visibles las chapas del blindaje, con el propósito de que la arena contenida entre ellas para fortalecerlo, se fuera derramando por el camino.
Otros trabajadores se encargaron de llevar ropa de civil al taller para incitar a los militares, cuya moral combativa ya estaba resquebrajada, a que desertaran. Los que abandonaron allí las filas, sumados a los que lo hicieron en el trayecto, provocaron que a su llegada a territorio villaclareño el convoy tuviera significativamente reducida su dotación inicial.
De esa manera, desde La Habana, los ferroviarios ayudaron al Che.
La huelga general que dio el poder a la Revolución.
Primero de enero de 1959. Desde Palma Soriano Fidel convoca a la huelga general revolucionaria en todos los territorios no liberados:
“Los trabajadores cubanos, orientados por la sección obrera del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, deben en el día de hoy tomar todos los sindicatos mujalistas y organizarse en las fábricas y centros laborales para iniciar al amanecer de mañana la paralización total del país”, orientó el líder de la Revolución a través de Radio Rebelde.
La respuesta fue rápida y contundente. Para los protagonistas de aquellos hechos los días no parecían tener fin, fueron cuatro jornadas colmadas de emociones y acontecimientos que no dejaron tiempo para el descanso.
El edificio de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) que años atrás había sido ocupado mediante la fuerza por la camarilla traidora al movimiento sindical encabezada por Eusebio Mujal, fue tomado por los revolucionarios. Los locales de las federaciones que radicaban allí fueron sellados, así como los de otros puntos de la capital. También los archivos y las cajas de retiro. Un arqueo posterior demostró que estas últimas en su mayoría habían sido desfalcadas por los corruptos dirigentes mujalistas.
El transporte en la capital quedó paralizado, en los paraderos de guaguas los trabajadores habían tomado las armas de las estaciones de policía y organizado las milicias.
El paro se materializó además en el sector del comercio y el resto de las actividades laborales. En muchos lugares se expulsaron a los mujalistas y se constituyeron ejecutivos provisionales de los respectivos sindicatos.
Los colectivos hicieron espontáneamente guardias de día y de noche esperando a Fidel.
Solamente se pusieron en movimiento los ómnibus para trasladar hacia el Parque Central a los participantes en el mitin convocado por el Frente Obrero Nacional Unido (Fonu) en apoyo a la huelga.
De aquel acto nos comentó en una entrevista realizada hace algunos años, uno de los oradores, Jesús Soto, el mismo que había sido portador del último informe sobre el tren blindado, dirigente nacional de la sección obrera del Movimiento y del Fonu, recién llegado esa madrugada de Las Villas de donde venía con la columna del Che y también se había sumado al grupo que desde la CTC se encargó de materializar el llamado de Fidel.
“Fue un acto muy masivo, de reafirmación revolucionaria, de unidad obrera. En él hablamos representantes de todas las organizaciones integrantes del Fonu: el 26 de Julio, el Partido Socialista Popular, el Directorio Revolucionario… También intervino la FEU. Se le informó a la multitud allí reunida que todo el país había respondido a la convocatoria de huelga general y que esa actitud la mantendríamos hasta que Fidel revocara la orden; que ella era la garantía de que no sería burlada la voluntad del pueblo y que la Revolución ascendería al poder”.
Como en los tiempos de Martí, la nueva vanguardia revolucionaria encabezada por Fidel contó siempre con los trabajadores, por ello desde sus inicios el Movimiento 26 de Julio contempló en su estructura una sección obrera. “Estos son, dijo en una ocasión Frank País, los que bien administrados y dirigidos derrocarán al régimen”. El joven revolucionario trabajó fuertemente en la formación de cuadros obreros beligerantes, como él mismo los llamó, consideró la huelga general posible y necesaria y pocos días antes de su asesinato recalcó, en carta al líder de la Revolución, que era preciso trabajar en la organización de ella tanto como se hacía en el frente de acción.
El 4 de enero, desde Camagüey, el Comandante en Jefe dio por concluido el paro, que culminó, según sus propias palabras, en la más hermosa victoria de nuestro pueblo.
Meses después, al intervenir en el X Congreso de la CTC, Fidel valoró la acción de los trabajadores cubanos: “(…) fue la huelga general la que destruyó la última maniobra de los enemigos del pueblo; fue la huelga general la que nos entregó las fortalezas de la capital de la República y fue la huelga general la que dio todo el poder a la Revolución”.
El avance arrollador del Ejército Rebelde y la acción decidida de los trabajadores, de cuyas filas habían surgido muchos de los combatientes de verde olivo, abrieron las puertas a un año nuevo en libertad.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …