El 17 de diciembre se produjeron dos encuentros de suma importancia dentro de la situación revolucionaria que vivía Cuba a fines de 1958: en La Habana, en la finca del dictador Fulgencio Batista, el embajador estadounidense Earl E. T. Smith le comunicaba el cese del apoyo de su gobierno; mientras en la provincia oriental, después de los intensos combates que se habían librado y que anunciaban un triunfo cercano, la dirección revolucionaria se reunía para organizar sus acciones en los días subsiguientes, en lo cual tenía un lugar muy importante la estructuración del Gobierno Revolucionario que habría de establecerse. Aquel encuentro se conoce como la Reunión de la Rinconada y es uno de los momentos fundamentales de los días finales de la guerra revolucionaria, previos a la toma del poder.
La circunstancia de aquel 17 de diciembre de 1958, por tanto, muestra los estertores de un régimen que ya no se podía sostener, lo cual era muy visible para quienes lo habían sostenido desde el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952. Sin embargo, podemos preguntarnos por qué Estados Unidos determinó realizar tal anuncio oficial en ese momento. Veamos de qué manera se llegó a esa determinación.
El año 1958 fue decisivo en el acontecer cubano. La lucha insurreccional en las zonas rurales y urbanas había crecido de manera veloz, el Ejército Rebelde se había consolidado y abría frentes o, al menos, tenía fuerzas actuando en todas las provincias del país, con lo que crecía su influencia, que sería determinante en el final del año. La derrota de la ofensiva de verano del ejército batistiano había abierto el camino a la contraofensiva y ofensiva final rebelde, mientras en los territorios que ya se controlaban y se denominaban “libres” la vida cambiaba al calor de las nuevas fuerzas y sus proyecciones de transformación revolucionaria. Se alfabetizaba, se dedicaba personal al servicio de salud gratuito, se establecía el orden sin la presencia de la repudiada Guardia Rural, en fin que en la parte del territorio cubano bajo control rebelde se iniciaban los cambios revolucionarios. En aquel contexto, era evidente la imposibilidad del régimen encabezado por Batista de dominar la situación.
El gobierno estadounidense presidido por el republicano Dwight Eisenhower había respaldado al gobierno batistiano desde el inicio y en 1957, cuando las circunstancias comenzaron a complicarse en la gran Antilla, no pareció estar particularmente preocupado. Había confianza en su capacidad de mantener las riendas del acontecer en la Isla. Sin embargo, a fines de ese año ya las circunstancias empezaron a cambiar. Para 1958, entre otras medidas, debían celebrarse elecciones generales que podrían ser la solución desde la óptica norteña; sin embargo, los comicios desarrollados en noviembre no ofrecieron ninguna posibilidad de solución. En diciembre se hizo indispensable tomar una decisión.
La mirada norteamericana hacia el caso cubano había estado sometida a algunas contradicciones, pues las apreciaciones del embajador Smith generalmente no coincidían con las de algunos funcionarios del Departamento de Estado, al tiempo que la CIA tenía sus propios canales y establecía sus evaluaciones. No obstante, en el último mes del año ya fue imprescindible actuar ante la evidente crisis del poder en la Isla. Según narra Thomas G. Paterson, a fines de noviembre se reunieron en casa de William D. Pawley, en Miami, algunos altos funcionarios del Departamento de Estado y de la CIA especializados en los asuntos latinoamericanos y analizaron la posible solución, que pasaba por la renuncia de Batista y la creación de otro gobierno que sería reconocido por Estados Unidos y al que se le daría asistencia militar. El objetivo era impedir “la llegada de Castro al poder”.[1] A partir de esta reunión, se organizó lo que se conoce como “Misión Pawley”.
El emisario, que hablaba fluidamente el español y se había reunido con Batista en otras ocasiones en La Habana, parecía ser el más adecuado para cumplir el plan que se elaboró.[2] De acuerdo con el testimonio de Pawley, el secretario de Estado John Foster Dulles, que estaba ya muy enfermo de cáncer, lo alentó por teléfono y el Presidente consideró que era un plan atractivo para Batista quien no rechazaría tal aviso de Estados Unidos.
El ofrecimiento que se preparó para que Pawley presentara a Batista consistía en que este renunciara y saliera con su familia hacia su propiedad en Daytona Beach, sus partidarios no sufrirían represalias y Estados Unidos entregaría armas de inmediato al gobierno provisional que se organizaría, el cual prepararía elecciones libres en 18 meses. Ese gobierno estaría en manos de una junta cuyos integrantes Pawley informaría también a Batista. Estos eran: el coronel Ramón Barquín, el general Martín Díaz Tamayo, el mayor Enrique Borbonet, José Pepín Bosch, de la firma Bacardí y un quinto nombre que Pawley no reveló. La misión tendría un carácter secreto.
El Departamento ordenó al Embajador en La Habana salir hacía Washington el 4 de diciembre y el día 7 Pawley viajó con su esposa a la capital cubana. El 8 se entrevistó con el Primer Ministro, Gonzalo Güell, a quien participó su misión y la necesidad de entrevistarse con Batista, diciendo que ningún presidente cubano podía desairar a un representante del Presidente de Estados Unidos. Batista lo recibió el 9 en Palacio en una reunión que duró tres horas. El resultado fue negativo pues Batista se negó a renunciar.[3] El emisario atribuyó su fracaso a que se le prohibió decir que hablaba a nombre de Eisenhower. Por su parte, Philip W. Bonsal, embajador en La Habana en 1959, atribuye la negativa a que Batista dijo que solo aceptaría si podía anunciar que lo hacía a instancias de Washington, lo cual Pawley no podía aceptar.[4] Lo cierto es que Batista no aceptó.
La negativa batistiana al plan norteño determinó que aquel país actuara de manera enérgica: no podía esperar más ante el avance indetenible de las fuerzas revolucionarias. Batista había sido un fiel aliado, pero los grupos de poder estadounidenses habían definido que no podían permitir la toma del poder por Fidel Castro y eso era lo determinante en aquel momento.
El embajador Smith fue el encargado de cumplir el mandato: el 17 de diciembre se reunió con Batista en su finca Kuquine y le informó oficialmente la retirada del apoyo norteamericano. El embajador explicó a Batista que su gobierno consideraba que él había perdido “el dominio de la situación” por lo que la única solución era un gobierno “de unidad nacional.”[5] Ya no se le permitía el refugio en Daytona Beach, no había aprovechado la oportunidad que se le había ofrecido anteriormente.
Bonsal refiere que era una difícil situación para Smith, pues tenía el deber ahora de decir a Batista que Washington no estaba dispuesto a reconocer el resultado de las elecciones.[6] Eso es cierto, Smith se había involucrado fuertemente en el respaldo a Batista, pero tal situación tenía que acabar totalmente.
Estados Unidos maniobró de manera muy rápida en diciembre de 1958 para impedir el triunfo de las fuerzas revolucionarias, pero los acontecimientos se escapaban de su control a pesar de su mirada hacia Cuba como estado clientelar.
[1] Thomas G. Paterson: Contesting Castro The United States and the Triumph of the Cuban Revolution. Oxford University Press, New York, 1994, p. 208.
[2] William Douglas Pawley era un hombre de negocios que había sido presidente de la Compañía Nacional Cubana de Aviación –que después vendió a la Pan American Airways– y en 1949 organizó la empresa Autobuses Modernos S. A. en La Habana. Tenía viejas relaciones con Cuba y experiencia como embajador en Perú y Brasil. También había colaborado con el senador McCarthy en la guerra fría y tenía estrechos vínculos con el presidente Eisenhower
[3] El relato de esta misión está tomado de la obra citada de Paterson quien, a su vez, lo tomó de las memorias de Pawley.
[4] Philip W. Bonsal: Cuba, Castro and the United States. University of Pittsburgh Press, 1972, 2da ed., p. 22
[5] Earl Smith narra esta entrevista en su libro The fourth floor (Random House, New York, 1962) pp. 172-175
[6] Bonsal. Ob. Cit., p. 22.
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Profesora titular
el final del articulo aparece truncado por algun defecto de edicion, agradeceroa que lo corrigieran para poder leerlo;
por otro lado en otros articulos lei que los EEUU apoyaron a Fidel Castro, o toleraron en su entrenamiento en Mexico, y luego algunos de sus funcionarios escogieron que FC lograra imponerse ¿qué hay de cierto en eso? es contradictorio respecto a este articulo.
Muchas gracias