(Por Gustavo Placer*)
Cuba, al igual que otros países latinoamericanos, declaró la guerra a las potencias del Eje (Alemania, Japón e Italia) a comienzos de Diciembre de 1941, después del ataque japonés a Pearl Harbor y la consiguiente entrada de los Estados Unidos en la contienda.
Poco tiempo después y a lo largo de los años que duró el conflicto las aguas adyacentes al Archipiélago Cubano, al igual que toda región del Caribe, se convirtieron en escenario de acciones navales y los marinos cubanos, tanto de guerra como mercantes, tendrían una participación modesta pero significativa en la contienda bélica mundial. Setenta y nueve cubanos, trabajadores del mar, perdieron la vida como consecuencia de las acciones de los submarinos de la Alemania nazi contra el tráfico marítimo en aguas cercanas a Cuba. Un modesto obelisco, situado en la Avenida del Puerto, cerca del castillo de la Real Fuerza, perpetúa su recuerdo.
A casi todo lo largo del año 1942, los submarinos alemanes estuvieron muy activos en el Caribe. Desde mediados de Febrero hasta Diciembre de ese año fueron hundidos en la región 263 buques mercantes con un total de 1 362 278 toneladas de registro. Mientras tanto, los alemanes perdieron sólo 4 submarinos. En el mencionado lapso fueron hundidos, en aguas cercanas a Cuba, el buque mercante hondureño “Nicolás Cúneo”, el pesquero cubano “Lalita” y los buques mercantes cubanos “Manzanillo” y “Santiago de Cuba”. Estos dos últimos hundimientos mencionados tuvieron lugar el mismo día, el 12 de agosto de 1942, frente a Key West, Florida, y en ellos perdieron la vida 31 marinos cubanos. El mar no devolvió los cuerpos de la mayoría de ellos. Sólo 8 cadáveres pudieron ser velados en el Capitolio Nacional y enterrados en el Cementerio de Colón en lo que constituyó una sentida manifestación de duelo popular, encabezada por la CTC.
Fue en ese contexto, que la Marina de Guerra de Cuba tomó parte en la denominada Batalla del Caribe. Durante toda la guerra las unidades navales cubanas prestaron servicios de escolta a buques mercantes en las aguas adyacentes al Archipiélago Cubano y en las rutas entre La Habana y puertos de la Florida. El total de buques escoltados fue de 528 que sumaron 2 768 680 toneladas y las pérdidas fueron del 0,19 % del tonelaje.
El mayor éxito alcanzado por la pequeña flota cubana fue el hundimiento de un submarino alemán en aguas del Canal Viejo de Bahamas, a corta distancia de la costa norte de Cuba el 15 de mayo de 1943.
Ese día, una escuadrilla de cazasubmarinos cubanos, integrada por el CS-11, el CS-12 y el CS-13 navegaba de Isabela de Sagua hacia La Habana escoltando a los mercantes Wanks, hondureño, y Camagüey, cubano, ambos cargados de azúcar. Los cazasubmarinos eran pequeños buques de madera, de 83 pies de eslora (largo), 45 toneladas de desplazamiento y una tripulación de 12 hombres, con una velocidad máxima de 18 nudos. Estaban dotados de una pieza artillera de 20 milímetros y 8 bombas de profundidad de 325 libras.
Las tripulaciones de todos los buques, tanto mercantes como de guerra, se encontraban en máxima alerta. Poco antes de su salida se había recibido una comunicación que informaba que se había avistado un submarino en superficie, al norte de Matanzas.
A las cinco y quince minutos de la tarde, cuando el convoy cruzaba, navegando a una velocidad de 8 nudos, frente a Cayo Mégano, apareció en el cielo un hidroavión norteamericano, del tipo “Kingfisher” procedente del noroeste. El avión realizó una picada y volando a baja altura describió dos círculos mientras coleteaba y apagaba y aceleraba el motor. Con estas maniobras, de acuerdo con un código establecido, estaba señalando la presencia de un submarino. Para fijar con precisión el lugar el avión dejó caer una bomba de humo. El jefe de la escuadrilla de cazasubmarinos ordenó entonces al comandante del CS-13, Alférez de Fragata Mario Ramírez Delgado, efectuar la exploración de la zona señalada por el avión.
Una vez recibida la orden, el CS-13 puso proa al sitio indicado y aumentó su velocidad. Transcurridos unos minutos, los medios de detección hidroacústicos del cazasubmarinos tuvieron un contacto claro y preciso, a unas 900 yardas. Era el submarino que maniobraba, tratando de escapar. El marinero sonarista, Norberto Collado Abreu, virtualmente fundido a su equipo, no perdía el contacto[i].
Se dio comienzo al ataque y a la distancia apropiada, fueron lanzadas, por la popa del buque cubano, tres bombas de profundidad, graduadas para que explotaran a 100, 150 y 250 pies, de acuerdo con la velocidad de inmersión calculada del submarino. Se detectaron nítidamente cuatro explosiones. La cuarta, -debida probablemente al estallido, por simpatía de una o más cabezas de combate de los torpedos del submarino-, fue tan fuerte que el cazasubmarinos cubano sumergió en el mar toda su popa y entró agua por la escotilla del cuarto de máquinas. En ese momento, los hidrófonos reportaron un sonido semejante al borboteo que hace un líquido al penetrar en un recipiente sumergido en él que es abierto de pronto. Instantes después, se escuchó un silbido cuya intensidad fue disminuyendo lentamente. Estos eran indicios de que el submarino había sido alcanzado. Para asegurar el éxito, se arrojaron otras dos bombas de profundidad, graduadas a 250 pies, en la zona atacada. Transcurridos unos minutos, se observó una mancha oscura en la superficie del agua. Desde las profundidades ascendía un chorro de una sustancia negra y viscosa que olía a petróleo. Según relatara Ramírez, hace años, al autor de estas líneas, ordenó entonces que se recogiera una muestra de la sustancia como prueba del hundimiento del submarino. Se esperó un rato más y se continuó la exploración del área con los equipos hidroacústicos. Al no detectarse nada, el cazasubmarinos partió a unirse al convoy que, mientras tanto, había continuado su travesía.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial y ser ocupados los archivos de la Marina alemana, se pudo conocer que el submarino que estaba operando en esa región y cuyo contacto se había perdido por esos días era el U-176. Se le atribuye a este submarino el hundimiento, dos días antes, el 13 de mayo de 1943, del mercante cubano “Mambí”, que costó la vida a 19 de sus tripulantes.
1 Mario Ramírez Delgado, el que fuera comandante del CS-13, siguió prestando servicios en la Marina de Guerra de Cuba hasta 1952. En enero de 1959 se reintegró a la Marina de Guerra Revolucionaria donde permaneció en activo hasta diciembre de 1962, cuando pasó a la Marina Mercante. Mario Ramírez Delgado falleció en La Habana a fines de los años 80.
2 Norberto Collado Abreu, el eficiente sonarista del CS-13, tuvo después una cita trascendental con la historia de Cuba: trece años más tarde sería el timonel que conduciría al yate “Granma” en su histórica travesía. Falleció en La Habana el 2 de abril de 2008 a la edad de 87 años. Ostentaba al morir el grado de Capitán de navío. Su última misión, que cumplió desde 1981hasta su fallecimiento, fue la de cuidar al “Granma” en el Museo de la Revolución, en La Habana.
* El autor es Doctor en Ciencias Históricas y miembro de número de la Academia de la Historia de Cuba